martes, 23 de junio de 2015

Predicar en el Desierto

Un error clásico en el que solemos incurrir los que sentimos pasión por todo el ámbito social, se muestra en el hecho de que hablamos de nuestras preocupaciones por lo social en todas las circunstancias en las que tenemos oportunidad: Conversaciones informales y formales, encuentros esporádicos con amigos, fiestas de cumpleaños.... Sin querer, y, quizá, llevados  por el ímpetu de intentar movilizar a la gente para que vuelva su mirada hacia lo social, cometemos el error de pensar que estos temas( La exclusión social, la pobreza, la drogodependencia, la inmigración de los que pierden la vida en una patera,el drama de los desahucios, el hambre en el mundo....) interesan a tod@s por igual.

 No es la primera, ni será la última vez, en la que, en plena conversación sobre la gran potencia del último vehículo que Fulanito se ha comprado, o las infinitas prestaciones del último dispositivo Móvil( ya que de teléfono tiene poco) que sotanito ha adquirido en su  último viaje a China o de las grandes cantidades de dinero que el club(Empresa) de tal o cual equipo ha pagado a la estrella deportiva del momento y que, a buen seguro, rentará con buenos dividendos.Un iluso, como yo, expone sus argumentos para tratar de llamar la atención sobre la necesidad de implicación en la ayuda con el/la que sufre  y la solidaridad con el prójimo, como elementos definitorios de la bondad humana y por ende,  situados en los primeros lugares en la escala de valores de cualquiera de nosotr@s, en contraposición, los temas banales y fútiles( Objetos inertes: De 4 ruedas, de 2 ruedas, con teclitas y que tiran fotos, líos de alcoba de “famos@s” que bailan al son de la Visa,  Eventos Deportivos capaces de narcotizar a poblaciones enteras y que, a menudo, nos suelen mostrar el lado más amargo y violento de l@s que son incapaces de comprender que se trata de un simple deporte....) deberían ocupar los  últimos lugares o  ,ni siquiera, formar parte de esa escala de valores. Según Martín Seligman ( Psicólogo positivista), les explico, son más felices, l@s  que se muestran solidari@s con l@s  que sufren y disfrutan ofreciendo ayuda a estos; que los que acumulan  una gran cantidad de objetos y valoran, por encima de todo, la cantidad y calidad de estos. Finalmente, termino mi retahíla,  exponiéndoles la necesidad de transmitir esos valores a través de la educación, tanto en la familia, como en los centros educativos. Llegados a este punto, la mayoría de mis asombrad@s interlocutores/as suelen optar por buscar cualquier excusa para “salir por patas”, aunque, a veces consigo desordenar alguna que otra conciencia, la verdad es que la mayoría de las personas que, a mi juicio, tienen la escala de valores invertida, poco o nada les importa la ayuda al prójimo, sino media una transacción económica, Para este tipo de personas hablarles de temas sociales es  como predicar en el desierto, es decir, no te oyen, aunque, yo... Lo seguiré intentando.

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