Un
error clásico en el que solemos incurrir los que sentimos pasión por todo el
ámbito social, se muestra en el hecho de que hablamos de nuestras
preocupaciones por lo social en todas las circunstancias en las que tenemos
oportunidad: Conversaciones informales y formales, encuentros esporádicos con
amigos, fiestas de cumpleaños.... Sin querer, y, quizá, llevados por el ímpetu de intentar movilizar a la gente
para que vuelva su mirada hacia lo social, cometemos el error de pensar que
estos temas( La exclusión social, la pobreza, la drogodependencia, la
inmigración de los que pierden la vida en una patera,el drama de los
desahucios, el hambre en el mundo....) interesan a tod@s por igual.
No es la primera, ni será la última vez, en la
que, en plena conversación sobre la gran potencia del último vehículo que
Fulanito se ha comprado, o las infinitas prestaciones del último dispositivo
Móvil( ya que de teléfono tiene poco) que sotanito ha adquirido en su último viaje a China o de las grandes cantidades
de dinero que el club(Empresa) de tal o cual equipo ha pagado a la estrella deportiva
del momento y que, a buen seguro, rentará con buenos dividendos.Un iluso, como
yo, expone sus argumentos para tratar de llamar la atención sobre la necesidad
de implicación en la ayuda con el/la que sufre
y la solidaridad con el prójimo, como elementos definitorios de la bondad
humana y por ende, situados en los
primeros lugares en la escala de valores de cualquiera de nosotr@s, en
contraposición, los temas banales y fútiles( Objetos inertes: De 4 ruedas, de 2
ruedas, con teclitas y que tiran fotos, líos de alcoba de “famos@s” que bailan
al son de la Visa, Eventos Deportivos capaces de narcotizar a poblaciones enteras y que, a
menudo, nos suelen mostrar el lado más amargo y violento de l@s que son
incapaces de comprender que se trata de un simple deporte....) deberían ocupar
los últimos lugares o ,ni siquiera, formar parte de esa escala de
valores. Según Martín Seligman ( Psicólogo positivista), les explico, son más
felices, l@s que se muestran solidari@s con
l@s que sufren y disfrutan ofreciendo ayuda a estos; que
los que acumulan una gran cantidad de
objetos y valoran, por encima de todo, la cantidad y calidad de estos.
Finalmente, termino mi retahíla, exponiéndoles
la necesidad de transmitir esos valores a través de la educación, tanto en la
familia, como en los centros educativos. Llegados a este punto, la mayoría de
mis asombrad@s interlocutores/as suelen optar por buscar cualquier excusa para
“salir por patas”, aunque, a veces consigo desordenar alguna que otra
conciencia, la verdad es que la mayoría de las personas que, a mi juicio,
tienen la escala de valores invertida, poco o nada les importa la ayuda al
prójimo, sino media una transacción económica, Para este tipo de personas hablarles
de temas sociales es como predicar en el
desierto, es decir, no te oyen, aunque, yo... Lo seguiré intentando.
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