UN CUENTO DE NAVIDAD
Era una navidad más, una de aquellas que me provocaban tristeza, a pesar de las luces, los villancicos y la aparente alegría con que los viandantes afrontaban aquellas fiestas. Un año más de soledad, sin familia, sin perro, sin chimenea, sin regalos, sin abuela dormida frente al televisor, sin pavo…. Una soledad impuesta, sí impuesta por mi exmujer que decidió, hacía ya ocho años, seguir su camino sin mí , pero sí con mi hijo Jaime. Perturbador de la convivencia familiar fue la expresión que mejor recuerdo como justificante de la separación, bueno además de ególatra y no sé cuantos adjetivos más. El caso es que al principio me gustó aquella supuesta soledad liberadora, pero con el paso de los años, las mismas manías y los mismos errores, acabé por convertirme en un esclavo de aquella soledad que había anhelado tiempo atrás.
La otra imposición venía de la mano de mis amigos, bueno más bien conocidos, sí aquellos que te abrazan y te besan en la barra de un bar, al amparo del alcohol, por supuesto, y que aquella noche acababan por quitarse la careta de lo que en realidad eran: actores de un teatro hipócrita y mentiroso.
El caso es que no me esperaba nadie aquella noche de navidad, así que como todos los años anteriores, aquella fecha y a aquellas horas se convertían en una mezcla de odio y tristeza que escondía en una botella de Bourbon a la par que me daba un paseo por las calles desiertas de aquella ciudad, quizás, en busca de alguna rareza que me sacara de aquel círculo vicioso que de forma ritual cumplía todos los años desde la separación.
Llevaba unos veinte minutos caminando cuando, a unos 50 metros en dirección opuesta a mí oí lo que me parecieron unas arcadas, ¡Joder! Otro como yo, no estoy sólo – pensé. Con curiosidad y envalentonado por los tragos de Bourbon que había dado, me acerqué. Ví a un chico de no más de 18 años, me resultó familiar su cara, pero no le dí importancia, así que me acerqué a él y le pregunté ¿Estás bien chico? He bebido demasiado, respondió en un lenguaje poco comprensible debido a su embriaguez ¿Me puede ayudar, por favor? Farfulló el chico, claro respondí- rodeé mis brazos por su torso y lo pude incorporar. No tengo coche le dije, pues llámeme a un taxi por favor, Cogí mi teléfono y accedí a su petición ¿Tienes dinero para pagarlo? No- Respondió con cierto enfado, pero mi madre sí, Déle su teléfono al taxista y mi madre le llamará para devolverle el dinero. La verdad es que no le creí, pero le vi tan mal que no me importó ¿ Cómo te llamas? Le pregunté- Jaime respondió …Jaime García Domínguez –continuó, a la vez que llegaba el taxi, lo ayudé a subir al vehículo, pagué al taxista y le dí mi número de teléfono, déselo a su madre por favor le dije, ¿Es usted familiar suyo? Me preguntó el taxista, Soy su padre contesté, Jaime me miro boquiabierto, el taxista me escudriñó con cara de pocos amigos y arrancó, pude ver a Jaime volver la cabeza hacia atrás. Creí que mi cuento de Navidad había acabado, cogí la botella de Bourbon que había ocultado de forma magistral en el bolsillo interior de la gabardina y dí un trago, ya no me supo bien, así que la arrojé a la primera papelera que vi.
Al día siguiente a eso de las 11 de la mañana sonó el teléfono y sin tiempo para responder oí una voz al otro lado de auricular que me dijo Papá Soy Jaime.